Lautaro Gómez murió de un disparo en la cabeza en un contexto de conflictos marginales y violencia. Tenía una bebé de 6 meses. El relato descarnado de su hermano, el principal testigo.
Lautaro Gómez (16) vivía junto a su numerosa familia en una casa a medio construir de la calle Herradura Sur, ya en el final de la avenida Colón y a poca distancia de la Diagonal Del Solar. Por allí ahora todo es congoja, angustia y también por allí sobrevuela un deseo de venganza. “Hace pocos mis viejos perdieron una hija y ahora le matan a otro hijo. Si la policía no hace nada, los que vamos a hacer vamos a ser nosotros”, dice Sebastián Gómez, aún con una gran venda en la cabeza y con un pómulo inflado al punto de impresionar.
Sebastián vio el asesinato de Lautaro al lado suyo y explica todo lo que pasó durante la madrugada pero primero aclara que “lo mataron así, como a un perro. Le tiraron en la cabeza, de atrás. Mi hermano tenía una bebé de 6 meses y toda la vida por delante”.
En el barrio La Herradura muchas de las las calles son de barro, están llenas de pozos y en días como los de esta semana, donde la lluvia aparece cada tanto, transitar es todo un desafío. Hay grandes zanjas y casas, algunas muy humildes, otras en construcción. Hay precariedad y con la precariedad, falta de control. En los últimos tiempos La Herradura se convirtió en uno de los sectores más violentos de Mar del Plata. Allí mataron el año pasado a Nicolas Vieytes, cerca de allí fue muerto Brandon Romero, hubo numerosas noticias de venta de drogas y hechos graves. En la madrugada de este viernes, el crimen de Lautaro volvió a sacudir al barrio y poner en evidencia la conflictividad y los grandes problemas estructurales.
El padre y el hermano de Lautaro Gómez.
Fotos Mauricio Arduin.
“Estábamos en mi casa y a la una, unos minutos más, sonó el teléfono y era la mujer de mi hermano. Llamaba y decía que los estaban asaltando”, relata Sebastián. “Dejamos el teléfono -agrega- prendido sobre la cama, sin cortar y nos pusimos las zapatillas. Salimos corriendo para ver si agarrábamos a alguien”.
Sebastián y su hermano Lautaro salieron a la calle en dirección a la triple esquina de Del Solar, Herradura Sur y Colón. En ese sitio, separado por un gran zanjón, se levanta la casa donde sucedía el asalto en ese mismo instante. En su interior estaba Mónica, la novia de Lautaro y madre de Francesca, la bebé de ambos de tan solo 6 meses.
Cuando los hermanos Gómez avanzaron vieron a dos hombres jóvenes y los encararon. “Nosotros no somos, se fueron por allá”, dijo uno de ellos. Apenas Lautaro se distanció unos pasos, uno de los delincuentes le disparó en la cabeza. “Así fue. Nos separamos unos metros y el tipo le disparó de atrás. Yo me le tiré encima pero me empezaron a pegar y cuando caí al piso me dieron una patada en la cara”, reconstruye Sebastián y se señala el pómulo.
En medio de la conmoción y a los gritos pidió ayuda. Los vecinos salieron. “Yo me recuperé y los corrí. Ya sé quiénes son, sé dónde viven y ahora espero que la policía los agarre. Que se haga Justicia. Pero que se haga ahora, que los agarren. Porque si no vamos a hacer justicia nosotros”, amenaza Sebastián.
Sus padres Ramón y Marisa no reaccionan del dolor. Están en la puerta de la casa y miran hacia abajo con ojos vidriosos. Los rodean muchos jóvenes. “Todos familiares nuestros que están desde la madrugada. Pero estos tipos son de acá, los asesinos son del barrio, uno se la pasa robando autos y los tira acá nomás, los prende fuego. Que se haga Justicia”, reclama el padre.